profesores o maestros
Cuando pienso en
mis experiencias como estudiante, desde la infancia hasta la adultez, me
detengo a recordar que tuve profesores que eran maestros, transmitían valores a través
del ejemplo, y enseñanzas de vida que trascienden el conocimiento formal.
Tuve también
profesores, que llevaban a su oficio el
equipaje de frustraciones, la vestimenta de Freddy Kuger, con su lengua y actitud,
disparaban a mansalva, cual terrorista, que no calcula el daño, la castración
de talentos, creatividad, inteligencia que tienen en cada estudiante,
oportunidad de coadyuvar a la formación de personas seguras, con iniciativa,
creatividad, gentileza, generosidad, solidaridad, amor hacia sí y a los demás.
Haciendo la relación
entre ambos tipos de profesores, lamentablemente tengo en mi memoria más
profesores que profesores maestros, porque los maestros nos dan algo más que intelecto, nos ayudan a formar la seguridad, nos enseñan
que el aprendizaje es proceso, que lleva orden, nos dan aliento para fomentar
el ensayo error, hasta crear lo que es,
nos da la respuesta y la aplicación, pasa la información por el filtro de la verdad, nos
ayuda a buscar y querer encontrar. Por eso la diferencia clara entre un
profesor y un profesor maestro.
Leí la historia de
cómo Nancy Elliot, la madre de Thomas
Edison, recibió la carta que envió el profesor
a ella con el, donde decía: “Su hijo está mentalmente enfermo
y no podemos permitirle que venga más a la escuela." Cuando ella leyó, en
voz alta, a su hijo la carta que él le trajo, sus ojos estaban llenos de
lágrimas por el contenido de la misma, pero ella leyó: “Su hijo es un genio,
esta escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos maestros para
enseñarlo, por favor enséñele usted". Ella
en lugar de leer lo que realmente decía la carta, y con ello haber
podido hacer daño a su hijo, le dio un giro completamente y con ello le inyectó
seguridad y estímulo a su hijo. Y el genio se hizo realidad.
Pude ver en esta
historia, que ese como cualquier profesor
castrante, ridiculiza, humilla, descalifica,
por lo que aplica la máxima que reza “nadie puede dar lo que no tiene”, ese
profesor no tiene empatía, ni valoración propia adecuada, por eso frente a la
dificultad descalifica y saca toda su inseguridad, frustración y la descarga
sobre lo que está en formación, sin una solidez que aguante esta carga se
desplomara, o se deformara.
La historia de Edison,
nos revela, como la madre de él, no
trato de reclamar, ni buscar razones en el profesor, ni luchar por un puesto
para su hijo, donde lo estaban echando, ella asumió el trabajo con su hijo, lo
motivo, incentivo, acompaño, formo un ser seguro, con iniciativas, de las que
el mundo tiene que agradecer.
Los padres, en
primer lugar y los profesores, forman lo
que somos, o podremos ser.
Dorothy Law Nolte ,
escritora estadounidense consejera de familia, escribió un poema sobre la
crianza, " “Children Learn What They Live , traducido “Los niños aprenden
lo que viven", para una columna semanal para la familia en el Torrance
Herald en 1954, en el que refleja cómo los niños son una esponja que absorben
lo que ven y aprenden lo que viven. Es revelador y quiero transcribirlo para
los que no lo conocen:
:
“Children Learn What They Live” (“Los
niños aprenden lo que ellos viven”)
Si los
niños viven con crítica, aprenden a condenar.
Si los niños viven con hostilidad, aprenden a pelear.
Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos.
Si los niños viven con lástima, aprenden a sentir pena por ellos mismos.
Si los niños viven con ridículo, aprenden a sentir timidez.
Si los niños viven con celos, aprenden a sentir envidia.
Si los niños viven avergonzados, aprenden a sentir culpa.
Si los niños viven con hostilidad, aprenden a pelear.
Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos.
Si los niños viven con lástima, aprenden a sentir pena por ellos mismos.
Si los niños viven con ridículo, aprenden a sentir timidez.
Si los niños viven con celos, aprenden a sentir envidia.
Si los niños viven avergonzados, aprenden a sentir culpa.
Si los
niños viven con estímulo, aprenden a tener confianza.
Si los niños viven con tolerancia, aprenden a ser pacientes.
Si los niños viven con elogios, aprenden a valorar las cosas.
Si los niños viven con aceptación, aprenden a amar.
Si los niños viven con aprobación, aprenden a quererse.
Si los niños viven con reconocimiento, aprenden que es bueno tener una meta.
Si los niños viven compartiendo, aprenden a ser generosos.
Si los niños viven con honestidad, aprenden la sinceridad.
Si los niños viven con imparcialidad, aprenden la justicia.
Si los niños viven con amabilidad y consideración, aprenden el respeto.
Si los niños viven con seguridad, aprenden a tener confianza en sí mismos y en los de su alrededor.
Si los niños viven con amistad, aprenden que el mundo es un lugar agradable donde vivir.
Si los niños viven con tolerancia, aprenden a ser pacientes.
Si los niños viven con elogios, aprenden a valorar las cosas.
Si los niños viven con aceptación, aprenden a amar.
Si los niños viven con aprobación, aprenden a quererse.
Si los niños viven con reconocimiento, aprenden que es bueno tener una meta.
Si los niños viven compartiendo, aprenden a ser generosos.
Si los niños viven con honestidad, aprenden la sinceridad.
Si los niños viven con imparcialidad, aprenden la justicia.
Si los niños viven con amabilidad y consideración, aprenden el respeto.
Si los niños viven con seguridad, aprenden a tener confianza en sí mismos y en los de su alrededor.
Si los niños viven con amistad, aprenden que el mundo es un lugar agradable donde vivir.
Por eso como padres,
debemos estar alertas a brindarle a nuestros hijos, experiencias que fomenten
su autoestima en todos los sentidos, que tengan iniciativa, creatividad.
Para formar eso en
nuestros hijos, debemos hacer nuestra introspección de cómo fuimos formados, quizás
por padres que vivieron experiencias de humillación, criticas, desvalorización,
violencia, creando patrones generacionales de este enfoque
castigo-miedo-respecto, y romper con esto como adultos, dejar en libertad ese
niño castigado, lleno de temores, que se envolvió y se enrollo en nuestra
mente, hasta convertirse en la normalidad.
Estar alertas a que
el ambiente escolar, tiene su por ciento importante en la formación, que los
profesores que no son maestros, y están atrapados en un oficio, no una vocación
, dañaran seriamente a nuestros hijos, porque
debilitaran las estructuras internas de ellos, haciéndoles imputaciones
de incapacidades que no son reales, pero que al creerlas los castraran para
ejercerlas.
Escribir sobre este
tema no es estar contra el sistema, es advertir que pasaría y ha pasado la
perdida de genios, talentos de niños y niñas que creyeron las dificultades y no
lucharon para vencerlas, porque vivieron experiencias que los enseñaron con
excelencia a aceptar la desvalorización, humillación, castración como la
normalidad.
La poesía de Dorothy
Law Nolte , que transcribimos arriba, es una excelente herramienta para identificar de manera rápida los dos aprendizajes de experiencias de vida, que
podemos ofrecer a nuestros hijos, tanto en el hogar como en la escuela, que son
los dos ambientes que formaran el niño capaz de crear, luchar, conocerse, y aportar a
su entorno lo que recibe.
Y como adultos, ayudarnos a superar descalificaciones, que se guardaron en nuestro almacenaje (disco duro), que hoy son la piedra a mover, para seguir adelante, dándome el valor de lo que tengo, ese potencial que se escondió por miedo, liberar ese niño castigado en el rincón de mis recuerdos, por profesores que no fueron maestros, o padres que no supieron tener otros recursos más que el castigo, la desvalorización y el maltrato.
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